martes, 23 de noviembre de 2010

ETICA Y POLITICA
Como todos sabemos, en la actualidad, la Ética y la Política parecen ser saberes distintos y distantes. De ahí el desprestigio generalizado de la actividad política. No obstante, quizá el mundo sería más humano y más justo si volvieran a vincularse la Ética y la Política; pero Tanto la moral, como el derecho y los usos sociales, forman parte de un todo mayor: la ética. Hablar de ética es hablar del bien y del mal. La ética no es una abstracción, es el otro. Cada acto está obrando directa o indirectamente sobre una vida: "Nunca se roba algo, se le roba a alguien".
Uno de los temas que se han puesto de moda en estos días, ante la cantidad y calidad de las denuncias de corrupción, es la ética política. Los ciudadanos tienen mucho tiempo planteando entre sus demandas la honestidad de los gobernantes.
Sin embargo tal parece que se ha puesto mucho más atención en las demandas de acciones como el empleo, la vivienda, la seguridad, etcétera, y no se ha dimensionado la importancia que para la sociedad tiene el contar con un liderazgo transparente, congruente.
 Sabia la postura del ciudadano, hoy queda al descubierto con toda claridad a qué le tenía miedo: al engaño, a la corrupción.

Pueda que no exista palabra tan desgastada, anacrónica, obsoleta y fuera de uso, como “ética”; y ninguna tan falta de ésta, corrupta, viciada y de poca credibilidad como “política”. Las dos pandemias forman parte de nuestro diario vivir y se han irradiado por las diferentes geografías de nuestro país y del mundo.
El bienestar general se logra por medio de una auténtica justicia social cuya finalidad es obtener una más justa distribución de la riqueza entre todos los grupos sociales. Hace falta la presencia de un estado capaz de generar este equilibrio. Un estado que no elimine la responsabilidad de las personas, de las comunidades y de las organizaciones intermedias. Un estado que no convierta en dependientes a los ciudadanos y en pupilas a las comunidades y organizaciones intermedias. Un estado que no les quite sus obligaciones. Esa orientación de la intervención estatal ha sido nefasta para la sociedad civil, la ha hecho débil. Pero tampoco sirve un estado ausente, que deje la suerte de sus habitantes al juego de la oferta y demanda. Ni un estado indiferente a los problemas sociales. El estado debe intervenir para asegurar el mínimo de bienestar para todos.
se ha producido una reacción de la gente al darse cuenta de cómo la han engañado y robado; y ha sido una indignación ética también la que ha generado la protesta y movilización de muchos sectores de la población ante la impunidad, la violación de los derechos humanos, el autoritarismo y la destrucción de las instituciones. Es decir, existen muchas reservas morales en nuestra sociedad, no todo está corrompido, y hay un profundo reclamo de ética en la política como base de la confianza y credibilidad que ésta debe recuperar. Se empieza a tener conciencia, incluso, de que una acción política con ética es posible. En el escenario político actual no son tan pocas las figuras que son testimonio de ética. Este es probablemente uno de los motivos del altísimo grado de aprobación que, según las encuestas, tiene el actual Gobierno de transición, y que motivó la inmediata reacción de la población ante la pretensión de poner en duda su moralidad; puesto que la política es un campo de acción que tiene una lógica propia  que hay que entender; supone sentido de la realidad, de las posibilidades y oportunidades. Mientras que la ética se mueve en el plano del deber ser y del sentido. Pero nada de lo que tiene que ver con la realización humana puede considerarse al margen de la ética, ni ésta puede ser concebida como una torre de marfil ajena a la realidad. La acción humana nunca es perfecta, lo que importa es iluminarla desde la ética. La ética política se constituye en esa tensión práctica.
En esa relación muchas veces tensa entre éticas de máximos y política, se han ido logrando algunos consensos que constituyen hoy la ética cívica, los principios mínimos que todos debemos respetar y que en muchos casos se están institucionalizando, plasmando en leyes y convenios.
Desde la indignación moral ante el atropello de las personas, surge la lucha por los derechos humanos, que se están institucionalizando cada vez más, sobre todo los derechos civiles y políticos figuran en nuestra Constitución; pero también ya hay pactos internacionales sobre los derechos económicos y sociales, y crece la preocupación por el medio ambiente y la paz.
Desde el valor ético principal en la política, que es la justicia, se va construyendo un consenso sobre el llamado Estado de derecho, que consiste en el respeto a las leyes y al ordenamiento jurídico por parte del poder político, el respeto a las instituciones y a sus funciones propias, la separación y autonomía de los poderes del Estado y la descentralización del poder, como efectiva garantía para la vigencia de los derechos humanos.
También hay consenso sobre la necesidad de cultivar en los ciudadanos y ciudadanas actitudes éticas que son  imprescindibles para la vida en sociedad, como son la tolerancia, el diálogo, el cumplimiento de los acuerdos y deberes, la participación, la honradez, la transparencia en el ejercicio de las diversas actividades sociales, etc. Estas actitudes tienen su fuente y motivación en las éticas de máximos, que son asumidas como proyecto de vida por las personas.
La ética en política no es una traba ni una debilidad, sino una fuerza. La ética no es contraria a la política, aunque exista una permanente tensión entre ambas. La política gana legitimidad y sentido cuando incorpora criterios éticos. Es otra manera de ser eficaz, menos inmediata, pero más profunda y duradera, que mantiene el ánimo y la confianza en la sociedad.
Es la indignación ética la que ha motivado la protesta ciudadana ante la corrupción y el autoritarismo. Lo que demuestra que no todo está corrompido en nuestra sociedad. Por el contrario, existen muchas reservas éticas y mucha gente con una trayectoria honesta. 
Eso demuestra también que la ética es un resorte poderoso de movilización política. Además, es un resorte interno de cada persona. La ética parece débil, pues no tiene y no debe tener un policía que la haga cumplir. Pero de esa aparente debilidad viene su fuerza, porque su poder reside en la libertad y la conciencia humanas. Por eso es el último y muchas veces decisivo reducto de la resistencia ante el abuso y la injusticia.





















ETICA Y VALORES





DEVISON JIMENES




CARLOS  MARIO PABÓN MORÓN







CORPORACION UNIFICADA NACIONAL DE EDUCACION SUPERIOR
ADMINISTACION DE EMPRESAS
SANTA MARTA
2010

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