lunes, 22 de noviembre de 2010

ETICA Y POLITICA

Mucha gente se pregunta si la ética no era un lastre que nos amarra las manos y nos quita eficacia en la política. La cultura política que tenemos lleva a pensar que son los vivos los que ganan, y eso incluye maniobras, trampas o engaños con tal de alcanzar el poder. La ética parece lejana y casi incompatible con la política. Más aún ahora que en el país asistimos al destape de niveles jamás imaginados de corrupción, lo que acrecienta la enorme desconfianza de la gente ante los políticos (y ante los otros en general). Todo esto trae una desmoralización de la sociedad, una falta de ánimo y de esperanza.
Sin embargo, se ha producido una reacción de la gente al darse cuenta de cómo la han engañado y robado; y ha sido una indignación ética también la que ha generado la protesta y movilización de muchos sectores de la población ante la impunidad, la violación de los derechos humanos, el autoritarismo y la destrucción de las instituciones. Es decir, existen muchas reservas morales en nuestra sociedad, no todo está corrompido, y hay un profundo reclamo de ética en la política como base de la confianza y credibilidad que ésta debe recuperar. Se empieza a tener conciencia, incluso, de que una acción política con ética es posible. En el escenario político actual no son tan pocas las figuras que son testimonio de ética. Este es probablemente uno de los motivos del altísimo grado de aprobación que, según las encuestas, tiene el actual Gobierno de transición, y que motivó la inmediata reacción de la población ante la pretensión de poner en duda su moralidad.
Es necesario que los colombianos podamos procesar o elaborar todo lo que hemos vivido, comprender qué nos ha sucedido y por qué, para limpiar nuestro aire y poder ver la gran oportunidad que tenemos de reconstruir nuestro país. Una parte de esa tarea es devolverle la ética a la política.
Que la ética no puede ser una debilidad o un lastre, sino que, al contrario, tiene que darle una fuerza y legitimidad muy grandes a la actividad política, es una convicción ligada al sentido de la vida. Pero supone, en primer lugar, un debate con diversas concepciones de la relación entre ética y política y, en segundo lugar, el desarrollo de una ética propiamente política o cívica.


            ¿Es posible la ética en política?
PARA ALGUNOS, LA ÉTICA Y LA POLÍTICA SON INCONCILIABLES, Y HAY QUE OPTAR POR LA POLÍTICA O POR LA ÉTICA. OTROS, EN CAMBIO, BUSCAMOS UNA RELACIÓN POSITIVA ENTRE ÉTICA Y POLÍTICA, YA QUE, EN REALIDAD, EL SENTIDO PLENO DE AMBAS ES COINCIDENTE.

Podemos hablar del  realismo político considera, para decirlo de manera muy simple, que si se quiere actuar en política hay que dejar de lado los principios morales. En su forma extrema, que se podría calificar de cínica, basada en Maquiavelo y Hobbes, se plantea que el político, para serlo plenamente, tiene que desprenderse de “prejuicios” morales. Esta concepción subraya la autonomía de la política, es decir, que ésta, como el arte o el deporte, por ejemplo, tiene una consistencia, es decir, fines y reglas propias que no se reducen a los de la moral. Pero lleva esta legítima autonomía al extremo, pues olvida que la política es acción humana con intencionalidad y fines, y por lo tanto tiene una dimensión ética. Su visión del ser humano está teñida de un cierto pesimismo, pues lo considera fundamentalmente egoísta, que sólo busca su propio interés o está en guerra con los otros (“el hombre es lobo para el hombre). No toma en cuenta las motivaciones altruistas que también existen en las personas. No teniendo nada que hacer en la esfera pública, la ética es confinada a lo privado.
En Colombia hemos podido ver cómo se ha ido produciendo un deslizamiento, de la afirmación neoliberal de que las decisiones económicas son cuestiones técnicas y no pueden tener en cuenta criterios morales, a la amoralidad de la práctica política, en los hechos, aunque aún no tanto en la teoría.
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Existen muchas relaciones dialécticas entre ética y política que buscan una síntesis entre ética y política, sin negar que hay siempre una tensión entre ambas, puesto que la política es un campo de acción que tiene una lógica propia  que hay que entender; supone sentido de la realidad, de las posibilidades y oportunidades. Mientras que la ética se mueve en el plano del deber ser y del sentido. Pero nada de lo que tiene que ver con la realización humana puede considerarse al margen de la ética, ni ésta puede ser concebida como una torre de marfil ajena a la realidad. La acción humana nunca es perfecta, lo que importa es iluminarla desde la ética. La ética política se constituye en esa tensión práctica.

La ética como propuesta de vida buena o de sentido tiene dos funciones principales en relación con la política (y a la vida). La primera es una función crítica, que desenmascara o denuncia lo que es inhumano o deshumanizante en la vida personal, en la sociedad y en la historia. Ciertas situaciones suscitan una “indignación ética”. La segunda es una función utópica, que proyecta y propone un ideal de realizaciones humanas, utopía, esperanza, sentido, que impulsa a buscar una sociedad mejor, a experimentar y ensayar formas de vida nuevas

Estas funciones de la ética suponen criterios morales, existen dos que no han sido superados. El primero es la universalidad, es decir, que la norma que pensamos aplicar pueda valer para todos. Hay que preguntarse qué pasaría si todos actuaran del modo propuesto. Este es un criterio formal de validez. El segundo criterio, el más importante, es que las personas son fines en sí, tienen dignidad (y no precio), merecen respeto. Toda persona debe ser tratada como un fin en sí misma, y nunca sólo como un medio. Este es el imperativo categórico o principio moral central. También es el sentido de la historia, la utopía o ideal de sociedad, donde las personas sean tratadas como lo más valioso. Estos criterios morales permiten un juicio ético sobre los sistemas sociales y sobre los proyectos políticos, los que  sólo pueden considerarse humanizadores si toman al ser humano como sujeto, como persona moral.

Vamos hacia una ética política donde los criterios fundamentales que hemos visto no bastan, sino que deben inspirar una ética política específica, a través de una reflexión más concreta sobre los aspectos propios de la actividad política. En la ética contemporánea se discuten muchos temas importantes que constituyen los contenidos de una posible ética política.





CONCLUSIÓN

La ética en política no es una traba ni una debilidad, sino una fuerza. La ética no es contraria a la política, aunque exista una permanente tensión entre ambas. La política gana legitimidad y sentido cuando incorpora criterios éticos, es otra manera de ser eficaz, menos inmediata, pero más profunda y duradera, que mantiene el ánimo y la confianza en la sociedad.
Es la indignación ética la que ha motivado la protesta ciudadana ante la corrupción y el autoritarismo. Lo que demuestra que no todo está corrompido en nuestra sociedad. Por el contrario, existen muchas reservas éticas y mucha gente con una trayectoria honesta.
Eso demuestra también que la ética es un resorte poderoso de movilización política. Además, es un resorte interno de cada persona. La ética parece débil, pues no tiene y no debe tener un policía que la haga cumplir, pero de esa aparente debilidad viene su fuerza, porque su poder reside en la libertad y la conciencia humanas. Por eso es el último y muchas veces decisivo reducto de la resistencia ante el abuso y la injusticia.





Ensayo de ética y cultura política



Presentado a


Devinson jimenez


Por

Luis Fernando padilla Peñaloza





Corporación unificada nacional de educaron superior
Facultad en ciencias administrativas
Programa de administración de empresas
2010


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